Transportes Aéreos Globales

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13 de julio de 2017

INFORME DE MISIÓN nº 98: Expedición por el Karakorum (Fred)

Piloto: Fred

Meteo: Real

Simulador: X-Plane 10.51 

Gilgit. En medio del Karakorum, que es como decir inquilinos de un primer piso en un barrio de rascacielos. Poco más de una hora desde Islamabad, y más de cuatro desde Tolmachevo. Por hoy es suficiente.
Nos encontramos con un paisaje que intimida, agreste y seco pero con preciosas manchas verdes de cultivos que se extienden hacia el oeste por el arranque de las laderas. Los conocedores de la zona dicen que el dia es lujoso, apenas hay viento y la atmósfera está bastante limpia. Pregunto por el Nanga Parbat y me señalan hacia el sur unas moles inmensas, expectantes, con toda la zona coronada por nubes que parecen ensimismadas en la contemplación de su belleza, y que según dicen no se atreven a cruzar el monte y apenas dejan agua en estos valles abruptos.


Bajo a tierra y observo a los expedicionarios mientras comienzan la descarga de su material en la pequeña plataforma del aeropuerto. Veo en sus caras curtidas por vientos y soles de cien latitudes, el mirar largo y tranquilo de los que saben andar con pasos cortos por caminos difíciles, y en sus conversaciones percibo enseguida la curiosa amalgama en que funden su osadia, su técnica, la tremenda determinación de sus gestos, y el respeto casi reverencial por lo que hacen.

Quizá no sea fácil entender esta pasión por un medio extremo y a veces feroz, que empuja a través de rocas traidoras, neveros cambiantes y grietas que esperan un mínimo error para engullirte sin remisión, a subir las montañas “porque están ahí”. Una pasión que otorga como recompensa unos pocos minutos de gloria en la cima, y un camino de vuelta igual de peligroso y en peores condiciones físicas, para salir con bien de la ventura y poder empezar de nuevo en otro sitio, o por otra via…

Quizá no sea fácil, pero tampoco la querencia por explorar un medio extraño en el que te desplazas en un frágil tubo de aluminio de varias toneladas de peso, sabiendo que volver a tierra para posarte en una mísera tira de asfalto es un ejercicio que templa el ánimo. Puede ser un magro placer a ojos de otros, pero tocar tierra en un sitio como éste, estrecho y corto, mal pavimentado, encajonado entre montañas o al borde de un torrente, cuando la primera toma es toda una habilitación, te hace muy consciente de que tampoco aquí se pueden cometer errores si mañana quieres seguir en activo. Hay mil maneras de entender el cielo y organizar las estrellas para que cada uno vea lo que quiera ver… y sin embargo, ¿con qué soñarán los que pisaron esas cimas, llegaron al techo y miraron el mundo desde arriba sabiendo que nunca podrían ascender más?... con qué cultivarán la ambición.

…Me puede el cansancio, la vista se me pierde en las alturas y me da por pensar en la hoja de carga de mañana… subir más… se me va la especie con el trajín de hormigas que poco a poco va formando un enorme montón de baules contenedores y mochilas al pie del aparato, hasta que por fin se acaba la descarga, cerramos la bodega, y nos vamos en busca del hotel.

En unas horas volveremos al calor y el bullicio de Islamabad. Una parada de orden técnico, trámites de aduana, previsible demora para el combustible y vuelta a Novosibirsk. Nos quedaran entonces mil quinientas millas por delante, tendremos tiempo despejado y volaremos a 37.000 pies. Esperaremos pista 07, descenso continuo y una entrada directa… Con el cliente contento, Irina Vasilievna –ya hay confianza- , dirá que hay que celebrar de buena manera el fin de la misión, y levantaremos con ella unos vasitos de “quitapenas” de calidad… ya veremos si solo son “unos” … ¡ nasdrovia ¡

Fred

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